TRANQUILO, LIBRO
Se puede agarrar un libro, abrirlo al azar y saborearlo desde el primer verso, paladear el regusto travieso de sus adverbios, extasiarse ante el arco iris del adjetivo bien puesto. Para el libro no existe el diferido, la desconexión o el directo; cada momento es único y repetible a un tiempo, cada palabra es un beso. Y si el gozo del hallazgo es grande, cuánto mayor es la satisfacción del reencuentro.
Frente al abismo que divide el sofá ante el más estúpido acontecimiento, con un libro no hace falta otro para estar contento. Su vida nos basta para no sabernos muertos. Sus páginas detienen el mismísimo movimiento, mientras revive el niño que llevamos dentro y aprende el viejo que seremos. El libro no avergüenza ni da asco; si acaso produce miedo, dolor, enamoramiento. Un millar de imágenes no superan la belleza del soneto. Diez mil tertulias aportan menos seso que una nota a pie de texto.
Llévenlo de paseo, descansen con él en cualquier banco, comprueben cómo se duerme justo cuando los párpados, exhaustos, ceden ante el anhelado sueño. Comparen el peor libro que atesoren con el electrodoméstico y verán qué desencanto. Programadores del mundo, directores ejecutivos, consejeros delegados, subdirectores de antena y príncipes del organigrama, gracias.
Texto de Federico Marín Bellón, ABC, 27/08/2003

un post precioso en una día precioso donde nuestros amigos los libros, vuelven a inundar los hogares gracias al confinamiento.
quien tiene un libro, tiene un amigo.
un libro de papel, portable, subrayable, de papel amarillo, releído por el buen recurerdo que en su momento nos dejó.
un beso amiga!!!
Buenos días y feliz domingo. Gracias por tus palabras, y perdona el retraso. Estaba saboreando todo lo que nos deparó este día del libro tan «raro».
Un abrazo